viernes, 23 de julio de 2010


Yo a veces lo entiendo como una evolución: está la vida, está la muerte y está esa otra dimensión donde residen las voces. Quién sabe si nosotros no seremos también voces algún día, ecos de pensamientos dispersos por el universo, a la espera de que alguien los capte, como yo ahora.
Y ahí podremos tener mala leche, o ser ingenuos como niños, o desear a alguien, igual que en esta realidad. Y ahí podremos dar consejos, como esas voces sabias que me ayudan a ser mejor, a superarme, a evolucionar hacia ellas... Esas voces pacientes que prometen recompensas...
Y luego.... está Dios, que es otra cosa. Sé que hay voces que hacen votaciones para decidir los pasos que he de seguir y otras que me dicen que todos tenemos una flor que defender, y cosas así. Esas voces me mosquean, porque yo no sé nada de flores y en cambio, oigo nombres reales, hasta en latín, flores que existen y son sexuales porque se entregan en actos de amor. Pero lo de Dios, uf, lo de Dios es otra cosa. Lo llamo Dios porque no sé cómo llamarlo, pero no es el Dios de los cristianos. Tiene una voz ronca, muy grave, y suele manifestarse a través del viento. Le encanta decirme que hay un orden y que se lo salta para mí. Y no es el viento, utiliza el viento como soporte. Una vez me dijo que debía dejar de fumar. Y eso no lo hace el viento. Me lo dijo de forma solemne y me tranquilizó.
A veces me cansa, porque yo no quiero saber nada de todo esto, y a veces me dice cosas tan elevadas que no las entiendo. Pero en general me hace sentir bien.


R.R.G